domingo, 20 de diciembre de 2009
El ALBA cumple cinco años y con ese motivo comenzó aquí en La Habana desde el 11 de diciembre su octava cumbre. Transcurrió ya pues el segmento a nivel de expertos; el 12 sesionó el de cancilleres, el domingo y lunes tendrán lugar las reuniones a nivel de jefes de estado o de gobierno.
En 2001, cuando el mandatario bolivariano divulgó detalles y objetivos de la iniciativa que venía barruntando, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) parecía un sueño. En 2004, cuando Fidel Castro y Hugo Chávez rubricaron en la capital cubana los instrumentos que hicieron de Cuba y Venezuela las pioneras de la audaz, original e inédita integración económica, política, social y cultural, la utopía empezó a andar.
El Comunicado Conjunto refrendado en la ocasión certifica que esta unión concibe relaciones políticas y económicas muy diferentes a las que establecen proyectos integradores gestados en USA, y refiere sus coincidencias respecto a que sólo una integración sustentada en principios de ayuda mutua, solidaridad y respecto a la autodeterminación, puede dar adecuada respuesta a la altura de la justicia social, la diversidad cultural, la equidad y al derecho al desarrollo que merecen y reclaman los pueblos".
Hoy son nueve los socios, lo que unido a sus palpables realizaciones y proyectos -concluidos, en ejecución o en planes-, demuestran que ya los sueños se hacen realidad.
De inicio hay que anotar que desde junio último el ALBA es una Alianza y no una Alternativa -tácita muestra del nivel superior alcanzado- y que algunas cifras de sus principales proyectos a nivel regional parecen de ciencia ficción. Cifras, aclaro, que no siempre podemos ofrecer plenamente actualizadas porque crecen a diario.
Más de un 1 millón 800 mil latinoamericanos han recuperado la visión gracias a la Operación Milagro; 3 millones 500 mil latinoamericanos han sido alfabetizados y de hecho Venezuela, Bolivia y Nicaragua son territorios libres de analfabetismo; más de 6 mil 693 jóvenes de diversos países se han graduados de médicos y una cantidad superior a los 40 mil estudia actualmente esa carrera; se creó el Banco del ALBA y una moneda virtual, el Sucre, para que rija en los intercambios entre los socios en sustitución del dólar; más de 13 naciones reciben a través de PETROCARIBE 125 mil barriles diarios de petróleo en condiciones preferenciales; y se encausan varias empresas Grannacionales.
Hay que acreditarle también la defunción del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas, oferta neoliberal promovida por Estados Unidos desde 1994 para apuntalar un mundo unipolar y ratificar su nefasta Doctrina Monroe), de la cual fue rotunda opción desde sus inicios, en tanto debía cumplir objetivos estratégicos de nuestras naciones y marchar conforme a los nuevos tiempos y a contrapelo de los vendavales.
Además, el componente político del instrumento integrador sorteó exitosamente varias pruebas a que lo sometió el convulsionado mundo de hoy, como por ejemplo la postura de negarse a firmar la declaración de la Cumbre de las Américas por no haber tomado una actitud inclusiva con Cuba, la adoptada ante la grave crisis económico-financiera mundial, y por supuesto, la viril actitud de rechazo al golpe de estado del 28 de junio en Honduras, uno de los países miembros, tanto en la Cumbre de fines del citado mes en la Maracay, Venezuela, como en la ONU.
Luego si relacionamos todo lo antes dicho con la enrarecida actualidad política y social latinoamericana, se colige otro aspecto vital: el ALBA es una herramienta que impone el devenir histórico, una pieza del proceso revolucionario regional en camino hacia la real independencia, gústele o no a la Casa Blanca y al Pentágono, porque como ha sido demostrado, los modelos económicos gringos tienen además fuertes componentes militares.
ANHELO HISTORICO
El auténtico destino de América Latina es la integración, y varias son las razones: tenemos una historia común que arranca mucho antes del encuentro --¡que descubrimiento no fue!-- entre dos mundos; compartimos el lenguaje y la cultura, ésta última cuando menos en sus talantes generales; y por supuesto, estamos territorialmente tan próximos que somos todos vecinos.
No obstante, en los 517 años sucedidos desde ese jalón de nuestra historia que empezó en 1492, la región nunca mancomunó esfuerzos suficientes como para conducir a la defensa irrestricta de sus mutuos intereses. Ha sido, eso sí, vapuleada por, y estrechamente sujeta a, los intereses de las potencias extranjeras. Primero fueron, como sabemos, España y Portugal; luego Estados Unidos, eterno pragmático que en cuanto le llegó la oportunidad saltó y expandió garras, antenas y tentáculos por doquier.
Sin embargo la quimera de la unidad latinoamericana siempre ocupó la mente y la acción de sus más preclaros hijos. Conque bien temprano, en 1790, Francisco de Miranda (1750-1816) militar y patriota venezolano precursor de la emancipación, publicó en Londres los Planes de Gobierno para Hispanoamérica después de que se independizara de la metrópoli, y que constaban del anteproyecto de un gobierno provisorio y de una Constitución.
Simón Bolívar (1783-1830) guía colosal del huracán insurrecto que independizó del poder colonial español los territorios que hoy ocupan Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, nunca pudo desasirse de la quimera suprema. Así, la unidad y la emancipación, temas recurrentes en sus discursos, cartas y escritos, aparecen con particular fuerza en la célebre Carta de Jamaica (1815), donde se exponen las causas y argumentos que justifican la independencia de América y su posterior unidad.
Bolívar, a quien se le fue la vida soñando con la unificación y con frenar la intervención de Estados Unidos en la zona, convocó en 1826 al Congreso Anfictiónico de Panamá y logró que la asamblea de las Américas aprobara el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua.
Sesenta y cinco años después el Apóstol de Cuba, José Martí (1853-1895), escribe en La Revista Ilustrada de Nueva York: "Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. (…) ¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes".
Aquel artículo, Nuestra América, reza entre los primordiales escritos por su autor, quien le escribió a Manuel Mercado, en vísperas de su muerte, que su lucha era por impedir a tiempo con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se extendieran por las Antillas y cayeran con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. "Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso (…)".
En 1929 el General de Hombres Libres, Augusto César Sandino (1893-1934), presenta a los gobiernos de los 21 estados Hispanoamericanos el Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar, en el que indica que la alianza de nuestros estados "para mantener incólume la independencia frente a las pretensiones del imperialismo de los Estados Unidos de Norte América o frente al de cualquiera otra potencia a cuyos intereses se nos pretenda someter" es, más que indispensable, inaplazable.
El cura Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811), padre de la patria mexicana; el militar y prócer nacional uruguayo José Gervasio Artigas (1764-1850), el político e intelectual centroamericano José Cecilio del Valle (1776-1834) y el patriota, pensador y periodista argentino Bernardo de Monteagudo (1786-1825) tienen en su haber ideas y acciones con idéntico fines. Con todo, la verdad es que habíamos alcanzado el siglo XXI, y la unidad latinoamericana, ese anhelo histórico, aún planeaba entre el ensueño y la utopía.
DE ALTERNATIVA A ALIANZA
El experto Osvaldo Martínez, director del Centro de Estudios de la Economía Mundial, define así al ALBA: es un nuevo esquema diferente a los antiguos procesos de integración del continente. Se basa en la solidaridad y cooperación y no en las ventajas comparativas o en proyectos eminentemente comerciales, como modelos anteriores, o los Tratados de Libre comercio (TLC) promovidos por la gran potencia estadounidense.
En efecto, realidades y no protocolos, sustentan una "armadura" conformada por la complementación productiva sobre bases de racionalidad, aprovechamiento de las ventajas existentes en cada una de las partes, ahorro de recursos, ampliación del empleo útil, acceso a mercados, intercambio productivo y en materia tecnológica, energética, y de salud y educación, ejecución de inversiones de interés recíproco en forma de empresas mixtas, producciones cooperadas, proyectos conjuntos y diversas modalidades asociativas, que, por sobre todo, hacen énfasis en la hermandad y la equidad, para dejar atrás injusticias y asimetrías.
Porque no es secreto que Nuestra América estaba urgida de un ente de este porte, abarcador y más realista que aquellos que priorizan asuntos mercantiles esquivando la gran realidad: que esta es una región sumida en la miseria donde la educación y la salud son lujos; las multinacionales engordan arruinando a los campesinos y empresarios pequeños y medianos, y donde las corporaciones van apoderándose de los acuíferos y de las fuentes de biodiversidad, entre muchos otros fenómenos harto conocidos.
En abierto contraste, el ALBA, como expresión de los intereses populares, actúa contra la pobreza y la exclusión social, para crear mecanismos que compensen nuestras desigualdades y prioricen una integración auténtica. A su vez, al abrir espacios de consulta y ampliar el conocimiento de nuestras posiciones y la identificación de los intereses recíprocos, permite constituir alianzas estratégicas y sentar posiciones comunes en cualquier proceso de negociación. Nada mejor para arrinconar el voraz apetito capitalista y frenar el festín de los tiburones ante bandejas atestadas de sardinas.
Otra cuestión vital es que como propuesta bolivariana, el ALBA es muestra y suma del despertar de la conciencia que se expresa en la emergencia de un nuevo liderazgo político, económico, social y militar en América Latina y el Caribe, y se suma a la lucha de los movimientos, las organizaciones y campañas nacionales que se multiplican y articulan a lo largo y ancho del subcontinente.
Porque, sólo una integración sustentada en principios de ayuda mutua, solidaridad y respecto a la autodeterminación, puede dar respuestas a la altura de la justicia social, la diversidad cultural, la equidad y al derecho al desarrollo que merecen y reclaman los pueblos. Y es justamente por ser un signo inequívoco de los nuevos tiempos, que el bloque se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para Washington.
No exageran entonces quienes advierten que la asonada castrense en Honduras fue principalmente contra el ALBA. ¿No atacan las bestias ante las amenazas? Por ende, hoy más que nunca hay que relanzar lo que nos hará verdaderamente libres, la unidad.
VOLUNTAD DE LIBERACION
Es una verdad de Perogrullo, la solución a nuestros quebrantos no pasa por añejas modalidades integradoras cuya inoperancia testimonia la historia, tampoco por los roñosos recetarios del FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo -el principal garrotero de la región- y menos aún por el libre comercio y la desregularización económica.
Sin margen de error las estadísticas corroboran que la globalización neoliberal y el libre comercio en vez de atraer desarrollo, prosperidad y éxitos en la inserción mundial, refuerza los privilegios e intereses gringos en general, y de las transnacionales y los emporios financieros en particular.
Por ende, la fiebre desregularizadora, la apertura comercial asimétrica, las privatizaciones y la liberalización financiera intrínsecos al modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego en América Latina desde 1973 (los expertos aseguran que el ensayo general fue en Chile tras el golpe de estado de Pinochet) se tradujeron en economías más extranjerizadas y sometidas, amortización a perpetuidad de la deuda y, claro, en mayor explotación, pobreza, desempleo, y polarización de las riquezas.
Así las cosas, el ALBA es sin duda la verdadera opción de futuro en una región con más de 200 millones de pobres y espantosos récord planetarios (ser la más inequitativa y una de más violentas). Porque no solo es un esquema inédito y totalmente diferente a las agendas que Washington acostumbra a endosarnos sino, por sobre todo, una propuesta histórica que responde al sempiterno enfrentamiento entre el monroísmo ("América para los americanos") y el sueño bolivariano de fundar una Confederación de Repúblicas. El ALBA es, pues, una voluntad de liberación.
Es también la oportunidad para que en una de las zonas del orbe más ricas en recursos naturales cambie su pasado trágico y diseñe su destino con coherencia, a través de la coordinación de los gobiernos sobre principios justos y respetuosos. ¿Qué persigue? Transformar radicalmente el triste presente de nuestros países desafiando proyectos imperiales. ¿Cómo son sus bases? Anticapitalistas. Y suman cuatro: complementación, cooperación, solidaridad y respeto a la soberanía de los países.
De momento, un grupo de países caribeños y también Argentina, Brasil y Uruguay han firmado importantes convenios para impulsar proyectos inspirados en el estilo inédito del ALBA, como el Gran Gasoducto del Sur que partiendo de Venezuela llegará hasta el país del Plata, y el Banco del Sur que con un aporte inicial de las reservas venezolanas, argentinas y bolivianas, debe financiar diversos planes de desarrollo integral en la región para, ante todo, solventar necesidades de los más pobres y marginados.
La Alternativa Bolivariana, como expresión de los intereses populares, actúa pues contra la pobreza y la exclusión social, para crear mecanismos que compensen nuestras desigualdades y prioricen una integración auténtica. A su vez, al abrir espacios de consulta y ampliación del conocimiento de nuestras posiciones y la identificación de los intereses recíprocos, permite constituir alianzas estratégicas y presentar posiciones comunes en cualquier proceso de negociación.
Nada mejor para arrinconar el apetito voraz capitalista y frenar festines de los peces grandes ante bandejas llenas de los chicos. Porque ALBA es, en definitiva, una enérgica y progresivamente fuerte manifestación de la decisión histórica de las fuerzas progresistas para demostrar que Otra América es Posible. A pesar de, enfrente, o por encima de los peores designios que nos reserva Gringolandia.
DATOS DE INTERES
De acuerdo a la ubicación geográfica y las diferencias culturales de sus miembros, el ALBA es el mecanismo integracionista más diverso de los anteriormente existentes que además de hacer énfasis en aspectos mercantiles (como reducción de aranceles, eliminación de trabas al comercio y promoción de inversiones) se fundan esencialmente en la cercanía territorial: MERCOSUR, el Pacto Andino y el Sistema de Integración Centroamericano.
Su excepcionalidad reside no sólo en sus bases de complementariedad, solidaridad, comprensión de las diferencias, atención diversificada a los más vulnerables y rechazo a los egoísmos nacionales, sino también en las ideológicas y éticas.
El esquema alcanza desde el área andina hasta el Caribe, pasando por América Central; desde países con fuerte prosapia indígena hasta mixturados entre africanos y europeos, nacidos por mezcla amerindia, africana y europea, y mayoritariamente negros.
Tras su fundación por Cuba y Venezuela en 2004, el ALBA sumó a Bolivia en 2005, Nicaragua en 2007, Honduras en 2008 y Antigua y Barbuda, Ecuador y San Vicente y las Granadinas en junio último, durante la V Cumbre celebrada en Carabobo, Venezuela, en ocasión de los 188 años de la batalla con la que el Libertador Simón Bolívar culminara la independencia de Venezuela. Ahora el esquema suma una superficie de más de dos millones de kilómetros cuadrados y una población de unos 80 millones.
[Blog de Maggie: www.americadespierta.blogcip.cu]
* Periodista de la revista centenaria cubana Bohemia
En 2001, cuando el mandatario bolivariano divulgó detalles y objetivos de la iniciativa que venía barruntando, la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) parecía un sueño. En 2004, cuando Fidel Castro y Hugo Chávez rubricaron en la capital cubana los instrumentos que hicieron de Cuba y Venezuela las pioneras de la audaz, original e inédita integración económica, política, social y cultural, la utopía empezó a andar.
El Comunicado Conjunto refrendado en la ocasión certifica que esta unión concibe relaciones políticas y económicas muy diferentes a las que establecen proyectos integradores gestados en USA, y refiere sus coincidencias respecto a que sólo una integración sustentada en principios de ayuda mutua, solidaridad y respecto a la autodeterminación, puede dar adecuada respuesta a la altura de la justicia social, la diversidad cultural, la equidad y al derecho al desarrollo que merecen y reclaman los pueblos".
Hoy son nueve los socios, lo que unido a sus palpables realizaciones y proyectos -concluidos, en ejecución o en planes-, demuestran que ya los sueños se hacen realidad.
De inicio hay que anotar que desde junio último el ALBA es una Alianza y no una Alternativa -tácita muestra del nivel superior alcanzado- y que algunas cifras de sus principales proyectos a nivel regional parecen de ciencia ficción. Cifras, aclaro, que no siempre podemos ofrecer plenamente actualizadas porque crecen a diario.
Más de un 1 millón 800 mil latinoamericanos han recuperado la visión gracias a la Operación Milagro; 3 millones 500 mil latinoamericanos han sido alfabetizados y de hecho Venezuela, Bolivia y Nicaragua son territorios libres de analfabetismo; más de 6 mil 693 jóvenes de diversos países se han graduados de médicos y una cantidad superior a los 40 mil estudia actualmente esa carrera; se creó el Banco del ALBA y una moneda virtual, el Sucre, para que rija en los intercambios entre los socios en sustitución del dólar; más de 13 naciones reciben a través de PETROCARIBE 125 mil barriles diarios de petróleo en condiciones preferenciales; y se encausan varias empresas Grannacionales.
Hay que acreditarle también la defunción del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas, oferta neoliberal promovida por Estados Unidos desde 1994 para apuntalar un mundo unipolar y ratificar su nefasta Doctrina Monroe), de la cual fue rotunda opción desde sus inicios, en tanto debía cumplir objetivos estratégicos de nuestras naciones y marchar conforme a los nuevos tiempos y a contrapelo de los vendavales.
Además, el componente político del instrumento integrador sorteó exitosamente varias pruebas a que lo sometió el convulsionado mundo de hoy, como por ejemplo la postura de negarse a firmar la declaración de la Cumbre de las Américas por no haber tomado una actitud inclusiva con Cuba, la adoptada ante la grave crisis económico-financiera mundial, y por supuesto, la viril actitud de rechazo al golpe de estado del 28 de junio en Honduras, uno de los países miembros, tanto en la Cumbre de fines del citado mes en la Maracay, Venezuela, como en la ONU.
Luego si relacionamos todo lo antes dicho con la enrarecida actualidad política y social latinoamericana, se colige otro aspecto vital: el ALBA es una herramienta que impone el devenir histórico, una pieza del proceso revolucionario regional en camino hacia la real independencia, gústele o no a la Casa Blanca y al Pentágono, porque como ha sido demostrado, los modelos económicos gringos tienen además fuertes componentes militares.
ANHELO HISTORICO
El auténtico destino de América Latina es la integración, y varias son las razones: tenemos una historia común que arranca mucho antes del encuentro --¡que descubrimiento no fue!-- entre dos mundos; compartimos el lenguaje y la cultura, ésta última cuando menos en sus talantes generales; y por supuesto, estamos territorialmente tan próximos que somos todos vecinos.
No obstante, en los 517 años sucedidos desde ese jalón de nuestra historia que empezó en 1492, la región nunca mancomunó esfuerzos suficientes como para conducir a la defensa irrestricta de sus mutuos intereses. Ha sido, eso sí, vapuleada por, y estrechamente sujeta a, los intereses de las potencias extranjeras. Primero fueron, como sabemos, España y Portugal; luego Estados Unidos, eterno pragmático que en cuanto le llegó la oportunidad saltó y expandió garras, antenas y tentáculos por doquier.
Sin embargo la quimera de la unidad latinoamericana siempre ocupó la mente y la acción de sus más preclaros hijos. Conque bien temprano, en 1790, Francisco de Miranda (1750-1816) militar y patriota venezolano precursor de la emancipación, publicó en Londres los Planes de Gobierno para Hispanoamérica después de que se independizara de la metrópoli, y que constaban del anteproyecto de un gobierno provisorio y de una Constitución.
Simón Bolívar (1783-1830) guía colosal del huracán insurrecto que independizó del poder colonial español los territorios que hoy ocupan Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela, nunca pudo desasirse de la quimera suprema. Así, la unidad y la emancipación, temas recurrentes en sus discursos, cartas y escritos, aparecen con particular fuerza en la célebre Carta de Jamaica (1815), donde se exponen las causas y argumentos que justifican la independencia de América y su posterior unidad.
Bolívar, a quien se le fue la vida soñando con la unificación y con frenar la intervención de Estados Unidos en la zona, convocó en 1826 al Congreso Anfictiónico de Panamá y logró que la asamblea de las Américas aprobara el Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua.
Sesenta y cinco años después el Apóstol de Cuba, José Martí (1853-1895), escribe en La Revista Ilustrada de Nueva York: "Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. (…) ¡Los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes".
Aquel artículo, Nuestra América, reza entre los primordiales escritos por su autor, quien le escribió a Manuel Mercado, en vísperas de su muerte, que su lucha era por impedir a tiempo con la independencia de Cuba que los Estados Unidos se extendieran por las Antillas y cayeran con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. "Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso (…)".
En 1929 el General de Hombres Libres, Augusto César Sandino (1893-1934), presenta a los gobiernos de los 21 estados Hispanoamericanos el Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar, en el que indica que la alianza de nuestros estados "para mantener incólume la independencia frente a las pretensiones del imperialismo de los Estados Unidos de Norte América o frente al de cualquiera otra potencia a cuyos intereses se nos pretenda someter" es, más que indispensable, inaplazable.
El cura Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811), padre de la patria mexicana; el militar y prócer nacional uruguayo José Gervasio Artigas (1764-1850), el político e intelectual centroamericano José Cecilio del Valle (1776-1834) y el patriota, pensador y periodista argentino Bernardo de Monteagudo (1786-1825) tienen en su haber ideas y acciones con idéntico fines. Con todo, la verdad es que habíamos alcanzado el siglo XXI, y la unidad latinoamericana, ese anhelo histórico, aún planeaba entre el ensueño y la utopía.
DE ALTERNATIVA A ALIANZA
El experto Osvaldo Martínez, director del Centro de Estudios de la Economía Mundial, define así al ALBA: es un nuevo esquema diferente a los antiguos procesos de integración del continente. Se basa en la solidaridad y cooperación y no en las ventajas comparativas o en proyectos eminentemente comerciales, como modelos anteriores, o los Tratados de Libre comercio (TLC) promovidos por la gran potencia estadounidense.
En efecto, realidades y no protocolos, sustentan una "armadura" conformada por la complementación productiva sobre bases de racionalidad, aprovechamiento de las ventajas existentes en cada una de las partes, ahorro de recursos, ampliación del empleo útil, acceso a mercados, intercambio productivo y en materia tecnológica, energética, y de salud y educación, ejecución de inversiones de interés recíproco en forma de empresas mixtas, producciones cooperadas, proyectos conjuntos y diversas modalidades asociativas, que, por sobre todo, hacen énfasis en la hermandad y la equidad, para dejar atrás injusticias y asimetrías.
Porque no es secreto que Nuestra América estaba urgida de un ente de este porte, abarcador y más realista que aquellos que priorizan asuntos mercantiles esquivando la gran realidad: que esta es una región sumida en la miseria donde la educación y la salud son lujos; las multinacionales engordan arruinando a los campesinos y empresarios pequeños y medianos, y donde las corporaciones van apoderándose de los acuíferos y de las fuentes de biodiversidad, entre muchos otros fenómenos harto conocidos.
En abierto contraste, el ALBA, como expresión de los intereses populares, actúa contra la pobreza y la exclusión social, para crear mecanismos que compensen nuestras desigualdades y prioricen una integración auténtica. A su vez, al abrir espacios de consulta y ampliar el conocimiento de nuestras posiciones y la identificación de los intereses recíprocos, permite constituir alianzas estratégicas y sentar posiciones comunes en cualquier proceso de negociación. Nada mejor para arrinconar el voraz apetito capitalista y frenar el festín de los tiburones ante bandejas atestadas de sardinas.
Otra cuestión vital es que como propuesta bolivariana, el ALBA es muestra y suma del despertar de la conciencia que se expresa en la emergencia de un nuevo liderazgo político, económico, social y militar en América Latina y el Caribe, y se suma a la lucha de los movimientos, las organizaciones y campañas nacionales que se multiplican y articulan a lo largo y ancho del subcontinente.
Porque, sólo una integración sustentada en principios de ayuda mutua, solidaridad y respecto a la autodeterminación, puede dar respuestas a la altura de la justicia social, la diversidad cultural, la equidad y al derecho al desarrollo que merecen y reclaman los pueblos. Y es justamente por ser un signo inequívoco de los nuevos tiempos, que el bloque se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza para Washington.
No exageran entonces quienes advierten que la asonada castrense en Honduras fue principalmente contra el ALBA. ¿No atacan las bestias ante las amenazas? Por ende, hoy más que nunca hay que relanzar lo que nos hará verdaderamente libres, la unidad.
VOLUNTAD DE LIBERACION
Es una verdad de Perogrullo, la solución a nuestros quebrantos no pasa por añejas modalidades integradoras cuya inoperancia testimonia la historia, tampoco por los roñosos recetarios del FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo -el principal garrotero de la región- y menos aún por el libre comercio y la desregularización económica.
Sin margen de error las estadísticas corroboran que la globalización neoliberal y el libre comercio en vez de atraer desarrollo, prosperidad y éxitos en la inserción mundial, refuerza los privilegios e intereses gringos en general, y de las transnacionales y los emporios financieros en particular.
Por ende, la fiebre desregularizadora, la apertura comercial asimétrica, las privatizaciones y la liberalización financiera intrínsecos al modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego en América Latina desde 1973 (los expertos aseguran que el ensayo general fue en Chile tras el golpe de estado de Pinochet) se tradujeron en economías más extranjerizadas y sometidas, amortización a perpetuidad de la deuda y, claro, en mayor explotación, pobreza, desempleo, y polarización de las riquezas.
Así las cosas, el ALBA es sin duda la verdadera opción de futuro en una región con más de 200 millones de pobres y espantosos récord planetarios (ser la más inequitativa y una de más violentas). Porque no solo es un esquema inédito y totalmente diferente a las agendas que Washington acostumbra a endosarnos sino, por sobre todo, una propuesta histórica que responde al sempiterno enfrentamiento entre el monroísmo ("América para los americanos") y el sueño bolivariano de fundar una Confederación de Repúblicas. El ALBA es, pues, una voluntad de liberación.
Es también la oportunidad para que en una de las zonas del orbe más ricas en recursos naturales cambie su pasado trágico y diseñe su destino con coherencia, a través de la coordinación de los gobiernos sobre principios justos y respetuosos. ¿Qué persigue? Transformar radicalmente el triste presente de nuestros países desafiando proyectos imperiales. ¿Cómo son sus bases? Anticapitalistas. Y suman cuatro: complementación, cooperación, solidaridad y respeto a la soberanía de los países.
De momento, un grupo de países caribeños y también Argentina, Brasil y Uruguay han firmado importantes convenios para impulsar proyectos inspirados en el estilo inédito del ALBA, como el Gran Gasoducto del Sur que partiendo de Venezuela llegará hasta el país del Plata, y el Banco del Sur que con un aporte inicial de las reservas venezolanas, argentinas y bolivianas, debe financiar diversos planes de desarrollo integral en la región para, ante todo, solventar necesidades de los más pobres y marginados.
La Alternativa Bolivariana, como expresión de los intereses populares, actúa pues contra la pobreza y la exclusión social, para crear mecanismos que compensen nuestras desigualdades y prioricen una integración auténtica. A su vez, al abrir espacios de consulta y ampliación del conocimiento de nuestras posiciones y la identificación de los intereses recíprocos, permite constituir alianzas estratégicas y presentar posiciones comunes en cualquier proceso de negociación.
Nada mejor para arrinconar el apetito voraz capitalista y frenar festines de los peces grandes ante bandejas llenas de los chicos. Porque ALBA es, en definitiva, una enérgica y progresivamente fuerte manifestación de la decisión histórica de las fuerzas progresistas para demostrar que Otra América es Posible. A pesar de, enfrente, o por encima de los peores designios que nos reserva Gringolandia.
DATOS DE INTERES
De acuerdo a la ubicación geográfica y las diferencias culturales de sus miembros, el ALBA es el mecanismo integracionista más diverso de los anteriormente existentes que además de hacer énfasis en aspectos mercantiles (como reducción de aranceles, eliminación de trabas al comercio y promoción de inversiones) se fundan esencialmente en la cercanía territorial: MERCOSUR, el Pacto Andino y el Sistema de Integración Centroamericano.
Su excepcionalidad reside no sólo en sus bases de complementariedad, solidaridad, comprensión de las diferencias, atención diversificada a los más vulnerables y rechazo a los egoísmos nacionales, sino también en las ideológicas y éticas.
El esquema alcanza desde el área andina hasta el Caribe, pasando por América Central; desde países con fuerte prosapia indígena hasta mixturados entre africanos y europeos, nacidos por mezcla amerindia, africana y europea, y mayoritariamente negros.
Tras su fundación por Cuba y Venezuela en 2004, el ALBA sumó a Bolivia en 2005, Nicaragua en 2007, Honduras en 2008 y Antigua y Barbuda, Ecuador y San Vicente y las Granadinas en junio último, durante la V Cumbre celebrada en Carabobo, Venezuela, en ocasión de los 188 años de la batalla con la que el Libertador Simón Bolívar culminara la independencia de Venezuela. Ahora el esquema suma una superficie de más de dos millones de kilómetros cuadrados y una población de unos 80 millones.
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* Periodista de la revista centenaria cubana Bohemia
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